Prudencia. Esa es una de las conclusiones que saqué sobre el uso de los drones en agricultura (también conocidos como UAVs) a raíz de dos jornadas a las que asistí a finales del año pasado: «Vuelos no tripulados. La revolución de los drones» en Fimart, (Córdoba) y la «Utilización de los UAV (vehículos aéreos no tripulados) en agricultura y gestión del agua» organizada por Riegos del Alto Aragón en Huesca.
El uso de drones en agricultura es una de las tecnologías que más interés ha despertado en los últimos años, aunque, a tenor de lo que aconsejan los expertos, hay que analizarla con prudencia y hacer estudios de costes y beneficios.
¿Por qué? En primer lugar porque se precisan varios requisitos legales y administrativos que complican la realización de un vuelo. Según explicó una de las investigadoras que mejor conoce esta tecnología en agricultura, Francisca López-Granados, la legislación española está todavía está en pañales, aunque posee una normativa desde julio de 2014 [epígrafe V]; para realizar un vuelo se necesitan varios permisos oficiales (además de lunas condiciones climáticas optimas), y además el piloto debe ser profesional.
«Algún día el uso incontrolado de los drones dará algún disgusto» he oído advertir a López-Granados en varias ocasiones. Y es que el dron o UAVs existe desde hace unos 30 años, ya que se trata de los aeromodelos «de toda la vida» a los que se les ha añadido un procesador de datos. De hecho, el coste de un dron no es demasiado alto, y, según apuntaron en Fimart «actualmente, el 60% de su construcción es amateur«.
En segundo lugar, la prudencia es necesaria porque el uso de los drones en agricultura no es la panacea para el sector. Se trata de una herramienta para recoger datos sobre los cultivos (como hacen los satélites, pero con mayor precisión y flexibilidad). Luego, hay que analizarlos escrupulosamente y, posteriormente, usarlos en lo que se conoce como agricultura de precisión. De esta manera, gracias a maquinaria muy avanzada se puede aplicar más o menos nitrógeno, fitosanitario o agua allí donde el cultivo lo precise.
«Lo importante no es el dron, sino los datos que aporta», afirmaron en Fimart. Datos que un agrónomo debe interpretar para que el agricultor los aplique en su explotación. El empresario agrario es quien debe analizar si la inversión en el vuelo y en la información que aporta un dron compensa la reducción de costes en herbicidas, fertilizantes y riego.
La agricultura de precisión es un término que manejan muchas empresas de insumos, pero que, al parecer, pocos profesionales ponen en práctica. Según me confesó la investigadora del CITA y experta en teledetección por satélite, Auxiliadora Casterad, los agricultores que usan la teledetección son los menos.
No obstante, la agricultura de precisión es el camino a seguir por las explotaciones agrarias más profesionales y el uso de drones puede ayudarles a ello. Quizás, como se concluyó en Fimart, en el futuro «no vemos a los agricultores comprando drones, pero sí contratando sus servicios».
Gracias por la información aportada en este articulo, que nos arroja luz al comportamiento de determinados oportunistas que se han acercado al sector arrocero de Sevilla intentando vendernos humo con esta tecnologia.
Manuel Cano
Gracias por tu comentario, Manuel.
Todo el mundo quiere ganar dinero (también los oportunistas ;)) y las nuevas tecnologías pueden ayudar a ello. Ahora bien, hay que saber para qué, cómo y por qué se hace una inversión y cuánto nos va a beneficiar.
Simplemente hay poner un poco de sentido común y no dejarse llevar por las modas tecnológicas si no nos van a ser rentables.
Un fuerte abrazo.