¡Los remordimientos que he tenido por no poder hacer mis cribas durante las últimas semanas! Siento mucho este «abandono». Por mi y por los lectores. Y aunque en mi cabeza rondan varios artículos de diferentes tipos, vuelvo a la carga con una crónica sencilla y rápida, de esas que salen «sin querer evitarlo».
La semana pasada asistí al homenaje que la comunidad de regantes Riegos del Alto Aragón brindó a varios consejeros que en las últimas décadas han pasado por el Departamento de Agricultura del Ejecutivo aragonés. Allí convocaron a uno por partido político: José Urbieta (consejero del PP entre 1989 y 1993); José Manuel Lasa (del PAR entre 1995 y1999); Gonzalo Arguilé (consejero del PSOE entre 1999 y 2011) y el actual titular de la Consejería, Modesto Lobón, también del PP.
Primer análisis rápido: tres consejeros jubilados y el cuarto… en edad de jubilar. (Aunque precisamente el propio protagonista señale en este artículo de su blog personal que su edad actual puede ser la idónea para gobernar)
El acto fue correcto, con pocas consideraciones destacables. Pero a quien, como a una servidora, le gusta mucho observar —y más, en este tipo de actos— no le cuesta demasiado sacar punta en donde casi no la hubo.
Así, se pudo ver a un José Urbieta mayor, agradecido de que se acordaran de él y que reconoció que ya había perdido la práctica de participar en esta clase de eventos, puesto que hasta se trastabilló con el tarjetón donde había apuntado las principales ideas a exponer.
Luego intervino José Manuel Lasa, quien hizo honor a su perfil de investigador y doctor en Ingeniería Agrónoma, puesto que, según sus palabras, se había documentado recopilando informes de 1865, donde se justificaba la constitución de Riegos del Alto Aragón en 1915. «¡Qué mal lo hemos hecho cuando no se ha completado la creación de toda la superficie prevista de regadíos! Gran parte de culpa es de quienes hemos tenido la responsabilidad política. Faltan hectáreas por regar y parte de las regadas no se llevan como una explotación competitiva», denunció un Lasa enérgico, que recordaba a sus mejores tiempos.
Después, le siguió Gonzalo Arguilé, quien puso en evidencia su perfil mucho más político ya que, hasta en tres ocasiones (y sin guión), lanzó dardos a su sucesor en el cargo, Modesto Lobón. «El Gállego es mi río, es mi vida… y es un río muy maltratado», declaró, en un momento en que dicho afluente del Ebro es actualidad por la contaminación de lindano. «Consejero, estoy muy preocupado», le espetó, y prosiguió: «como hay crisis, dicen que no se pueden hacer cosas, pero hay que acudir al pensamiento keynesiano y promover inversiones que animen la economía. Me gustaría que todos los regadíos comenzados, se terminaran, por el bien de la inversión ya realizada». Y culminó: «Qué lástima que un pantano de 192 hectómetros como el de Biscarrués se haya quedado en un charco».
A todo esto, Modesto Lobón, —quien tuvo la última palabra— ni siquiera hizo un mal gesto ni una alusión a dichas críticas. Se salió por la tangente, se mostró «lleno de orgullo y emoción» por estar sentado con sus predecesores, y recurrió a un lenguaje grandilocuente para agradecer «la grandeza intelectual y personal de las eminentes personalidades, funcionarios y técnicos» con los que cuenta en el Departamento.
Está claro que quien no quiere, ni se moja, ni se quema, ni se despeina.