Una adecuada certificación y clasificación de los establecimientos rurales ha sido uno de los retos históricos del turismo rural en nuestro país. Hace casi dos décadas, las comunidades autónomas comenzaron a hacer de su capa un sayo y comenzaron a certificar utilizando diferentes símbolos: hojas, encinas, espigas… El objetivo fue diferenciar la calidad de los establecimientos y certificar unos requisitos mínimos para evitar la competencia desleal en el sector.
Según cuenta el presidente de la Asociación Española de Turismo Rural, Asetur, Jesús Marco, tras solicitar a la administración española una normativa nacional que homologara todas estos símbolos y categorías y no obtener respuesta, la propia asociación puso en marcha en 2007 un sistema propio de clasificación. Francia fue el país que sirvió de inspiración —según Marco, tiene una amplia experiencia en el asunto— e incluso se imitó la espiga como el elemento que sirve para establecer las diferentes categorías.
Siete años después, en abril de 2014, el Ministerio de Industria, Energía y Turismo acordó con las comunidades autónomas «el impulso de una clasificación común y homogénea para alojamientos rurales con el fin de realizar una promoción internacional más eficaz y eficiente». Tras intensos debates, se acordó que el símbolo diferenciador serían unas estrellas verdes, para vincularlo con las clasificación tradicional de los establecimientos hoteleros y «no crear confusiones» a nivel internacional.
La polémica estuvo servida y una parte del sector inició un debate entre estrellas y espigas que todavía hoy colea.
¿Pero cuántos establecimientos rurales están certificados por uno u otro sistema de clasificación nacional?
De los 12.000 que hay en España, alrededor de 5.000 pertenecen a la Asociación Española de Turismo Rural, una cifra llamativa, ya que, según el Observatorio de Turismo Rural, el 57,3% de los propietarios de establecimientos rurales no pertenecen a ninguna asociación. Según apunta el presidente de Asetur, de esos 5.000 asociados, actualmente hay unos 1.300 clasificados mediante espigas (muchos de ellos en Cataluña, comunidad que ha preferido esta imagen a la propuesta por el Gobierno de España).
Respecto a la certificación de estrellas verdes, impulsada por el Ministerio de Industria, Energía y Turismo, de momento se está implantando en Castilla León y en Extremadura, por lo que, se puede decir que el procseo casi está empezando.
Por otra parte, sobre la promoción internacional del turismo rural español cuesta encontrar el material difundido, puesto que la campaña ha sido on-line. Entre los anuncios más recientes de Turespaña que se pueden considerar como rurales, están los de La Rioja Alavesa, el Camino de Santiago, los Picos de Europa o Castilla La Mancha (se pueden ver en el canal de Youtube que posee el organismo nacional de turismo).
Es evidente que la certificación y clasificación de los establecimientos rurales españoles sigue siendo un reto, complicado de afrontar tras una crisis económica que también ha afectado al sector del turismo rural. «Han sido años muy flojos, aunque, poco a poco, vamos remontando», apunta Jesús Marco de Asetur.
Por último, para obtener más información sobre la situación del sector en España, una buena opción es acudir al Observatorio de Turismo Rural, una iniciativa privada de investigación con la que se pretende generar conocimiento y aportar información sobre el turismo rural en España, tanto en su ámbito de la oferta (propietarios) como en el de la demanda (viajeros).