Según cuentan, las últimas rondas de negociaciones de la PAC 2015-2020 llevadas a cabo a finales de junio han sido muy complejas. “Esta es la documentación que está en inglés y es muy confusa”, enseñó el ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete, en la rueda de prensa posterior a los acuerdos conseguidos en Bruselas. “Son once documentos que integran los cambios de la reforma, todos en inglés”, apostilló, levantando un montón de papeles.
Posteriormente, un miembro del equipo de Cañete reveló que toda esa documentación, —con el agravante de estar en inglés y de que las negociaciones se lleven a cabo en la lengua de Shakespeare— estuvo a punto de costar un gran disgusto a nuestro país (con el consiguiente descalabro económico para muchos agricultores).
De este modo, la petición de que la superficie agraria española elegible para aplicar los fondos europeos se redujera de las 32.000 millones de hectáreas iniciales a los 22 millones se incluyó… pero ¡en el último momento! ¡Menos mal!, porque el daño hubiera sido considerable, ya que la ayuda media por hectárea se hubiera reducido en casi cien euros y eso, después, hubiera sido casi inamovible.
En esta ocasión nos podemos congratular de que, finalmente, “se salvaron los muebles”, pero, es como para preguntarse: ¿cuántas veces nuestros representantes políticos habrán metido la pata en unas complejas negociaciones realizadas en el idioma de la Gran Bretaña? ¿Qué despistes inconfesables de este tipo desconocemos?
¡Ay, quién fuera silla, mesa o pared de la Comisión de Agricultura en Bruselas para enterarse de estos menesteres!